Mis vacaciones en Barcelona han sido extraordinarias, pero creo que el Hotel Mercer Barcelona ha sido uno de los grandes “culpables”. El tener el hotel en el casco histórico es fundamental para conocer bien lo mejor de esta ciudad, una manera de evitarte el tráfico y el tiempo que se pierde en transporte público, que como en toda gran ciudad lo único que hace es que pierdas mucho tiempo.
Un amigo mío dice que teniendo el hotel en las afueras puedes conocer el resto de la ciudad, la verdadera, no solo la que vive del turismo. En parte puede que tenga razón, pero cuando uno viene por ejemplo a pasar un fin de semana lo último que quiere es pasarse 2 horas del día entre ida y vuelta en el metro o bus, no digamos si va uno en taxi porque nunca se puede saber.
Por este motivo y sus buenas críticas elegimos este hotel elegante, en un edificio histórico y a la vez moderno. Poder hospedarse en pleno Barrio Gótico es un lujo, que además cuenta con que su restauración se ha encargado al equipo del prestigioso arquitecto Rafael Moneo, el cual ha respetado las antiguas murallas romanas que lo rodean y los frescos originales que tenía su sala privada.
En cuanto al restaurante nos dijeron que tenían un nuevo chef de gran nivel, un alemán llamado Harry Wieding, que se educó y formó en Cataluña, por lo que realiza una cocina catalana de calidad que cuenta con toques afrancesados. Dimos buena cuenta de ello con unos platos riquísimos. Son de estas veces que sabes que estás comiendo algo delicioso en un sitio magnífico, pero que además esconde una preparación a conciencia.
En el restaurante existen dos menús de degustación, el Mercer (60€) y Festival (90€), además de una carta en la que uno puede ver más propuestas. Nosotros quedamos maravillados. Además, disfrutamos de un marco incomparable donde todo parece más especial.
Cuenta con un espacio lleno de luz que está abierto a un patio de naranjos, todo ello sumado al vasto patrimonio histórico y arquitectónico que engloba elementos de varias épocas, caso de la muralla de la antigua Barcino romana o una serie de frescos medievales que están integrados en una innovadora arquitectura de diseño actual. Esa contraposición entre lo más moderno y lo antiguo llena de magia este hotel.
Además de este restaurante, Harry y Marc ramos llevan el timón de más servicios, como el hall Bar, la terraza de la azotea y el gastrobar Le Bouchin, al que se puede acceder desde el hotel y la calle Lledó. La cocina funciona en horario continuo de 12:30 a 23:00 todos los días, lo que nos venía genial, pudiendo degustar tapas tradicionales con otras más de diseño.
Era magnífico saber que después de meterte una paliza de visita turística en esta ciudad tan encantadora, podías hacer un descanso y disfrutar de la tranquilidad y el buen gusto. Por lo demás nos encantó la ciudad y valoramos el poder comprar un pisito, aunque no sabemos si al final optaremos por comprar una casa rural más cerca, en nuestra Cantabria.
Es complicado muchas veces elegir residencia, aunque siempre nos ha tirado más el clima del cantábrico, quizás sea por ese lujo que es en verano de dormir en ocasiones hasta con mantita. Como contrapartida quizás, que llueve más de lo normal algunos años y eso hace que se fastidien muchos planes, todavía recuerdo un verano que tuve una semana de vacaciones y llovió 4 días.
Ante todo, un hotel acogedor
Sea como sea, aconsejamos visitar este hotel, nos hizo la experiencia más auténtica y sobre todo más cómoda, por no hablar de sus servicios exquisitos gastronómicos, que nos hicieron sentir en la gloria.
Somos exigentes con los hoteles, sobre todo cuando pagamos precios acordes con lo que se supone en hotel en cuestión y este con sinceridad lo merece. En España lo bueno que tiene es que salvo algunas desgraciadas excepciones, los hoteles suelen estar a la altura de las estrellas con las que cuentan.
Ahora no hacemos más que recomendar el hotel a nuestros amigos, lo mismo que la ciudad. ¡Barcelona espéranos que seguro que volvemos a visitarte! Y si es en este hotel ¡mejor que mejor!