Llega un momento en la vida en la que comienzas a echar de menos más de que más. Miras a tu alrededor y echas de menos a tus hijos. Miras tu nómina de pensionista (después de currar durante toda una vida) y echas de menos más dinero. Miras a la calle y echas de menos salir más. Y cuando estás en el baño echas de menos no tener una mampara que facilite tu ducha. Por suerte, los tres primeros ejemplos son muy complicados de mejorar, el último, es pan comido.